Doña Muti. El tiempo pasaba por su cuerpo y su alma se mantenía joven
Muchos la recuerdan como una mujer alegre, carismática y bailarina. Vestía su típica ropa y pendientes que adornaban su belleza. Era de tez blanca, gringa y sus hermosos ojos celeste, de ahí salió el nombre de Doña Muti (de término mutishca – persona con ojos claros).
Habitualmente era la sensación de cada fiesta a la que acudía y en esos tiempos los lugares únicos y concurridos eran, el barrio El Dorado, el local de auxilios mutuos, los Estibadores y el local de Pescadores, Doña Muti era fiel seguidora del Grupo Los Royal y Juaneco y su Combo, quienes le dedicaron una canción en su honor. La dama a su edad bailaba como ella sola sabía hacerlo mientras masticaba chicle (goma de mascar), su arma de defensa era una linterna el cual se hacía respetar y era primordial para alumbrar el camino de retorno a su hogar (barrio el arenal), ya que en aquellos años no existía alumbrado público.
“Doña Muti es un icono cultural para la ciudad de pucallpa, era muy querida por la gente, admirada por su alegría y no dejaba de cantar y bailar aun estando en su hogar junto a sus animales que criaba, muy conversalona hasta sus últimos días”.
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La verdadera Historia de Doña Muti. “La Reina”
Su verdadero nombre es Reyna Victoria Carbajal Perez, de descendencia Española, Nacida 20/12/1915 en Lamas – Tarapoto – San Martín. Tuvo una vida muy complicada desde muy corta edad, un ventarrón destruyó su hogar y lamentablemente la madre falleció, fue huérfana de madre a los 4 años de edad, desde entonces quedó al cuidado del padre y familiares, tuvo que aprender el trabajo en el campo y los quehaceres de casa desde muy pequeña.
Cuando cumplió los 16 años de edad su adolescencia fue interrumpida, como era casi costumbre en esos tiempos (obligada), fue entregada como esposa a Manuel Panduro Reategui, un agricultor ganadero dueño del fundo El Tropezón ubicado a una hora de la ciudad de Lamas.
Desde muy pequeña, no conocía otra cosa que trabajar en el campo, con una vida modesta sin lujos, no tenía la necesidades de alimentos porque la chacra proveía, ya reunida de muy joven adolescente con su esposo, tuvieron 11 hijos (Milton, Clemencia, Manuel, Florita, Maurito, Aidi, Rumira, Elemit, Carlos, Miramit, Lidser), todos ellos con el único compromiso (esposo), fue un gran ejemplo que siguieron sus hijas. Doña Reina se encargaba de inculcar el trabajo a sus pequeños hijos enseñándoles a la siembra y cosecha, a criar sus animales domésticos y preparar sus alimentos típicos como las humitas, tamales y la famosa chancaca que era útil para endulzar sus bebidas. Que bien que lo logró, como lo hacía ella desde la salida hasta la puesta del sol.
“Cuentan los familiares cercanos que tenía una Yegua Mora muy veloz y querida, era su transporte de rutina diaria a la chacra (campo), nunca le faltaba su rica chicha de jora en casa y su inolvidable sazón al preparar los frijoles chaqui chaqui como ella solía llamar”.
Su vida empezó a complicarse más, su esposo y padre de sus hijos bebía mucho y casi siempre llegaba ebrio a casa, no era tan fácil para ella tener que atender a 11 pequeños con un esposo que no aportaba emocionalmente y brindando mal ejemplo a los hijos.
Cada día los problemas eran más complicados de solucionar, llegando así a peleas constantes e insostenibles de parejas, quien toma una decisión irresponsable de vender el fundo y la casa en Lamas, dejándoles sin ningún bien donde vivir. Nadie sabe qué sucedió con el dinero de la venta de los bienes en Lamas, solo se sabe que el aún esposo fue a Pucallpa y compró una casa en Pacacocha una zona inundable, entonces trajo ahí a su familia, aunque la relación de esposo ni valía la pena y no viene al caso.
Mientras se esforzaba sola por mantener y alimentar a sus hijos, tomando duros trabajos como cosechar chacras, lavar ropa ajena, ser empleada del hogar y ser ama de casa a la vez atendiendo a sus aún pequeños hijos. Su lucha era constante, tuvo que vivir penosas pérdidas de dos de sus hijos (Florita, Maurito), ante tales incidentes no dejo de seguir luchando incansablemente porque sabía que tenía una responsabilidad con su familia, sus hijos.
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“Una Madre ejemplar, dedicó toda su juventud a criar bien a sus hijos y buscar el sustento día a día para ofrecerle lo mejor, pero con muchas limitaciones económicas”.
Pasaban los años y los hijos se hacían independientes trabajando desde pequeños, solían salir a vender frutas, verduras, las niñas también trabajaban como empleadas del hogar, muchas veces cuidaban niños, así ayudaban con los gastos de la casa y a la educación de los hermanos menores, donde uno de sus hijos terminó siendo catedrático de la Universidad Nacional de Ucayali. Fue una etapa donde Doña Reina se libera un poco de la carga familiar y fue entonces que decide recuperar su adolescencia y juventud perdida con tantos años de trabajo y cuidado de sus hijos.
Con la edad avanzada y con algunas arrugas que te brinda los años, no dejaba de verse bella, Pues Doña Reina decide participar en las reuniones sociales con amigas que tenían menos edades que ella, su originalidad de vestirse con hermosos trajes largos y pendientes grandes como collares, pulseras y aretes incluidas su bello maquillaje hacía de ella una radiante mujer llena de vida, para envidia de pocos su tez blanca, cabello rubio (gringa), y sus lindos ojos celeste cielo, de ahí viene el nombre de Doña Muti (persona de ojos claros).
Todos los fines de semana se anunciaban a los grupos musicales como Los Royal, Juaneco y su Combo en los locales muy concurridos, eran fiestas inolvidables. Doña Muti como así lo llamaban, era infaltable en dichos eventos, haciéndose muy conocida por su forma alegre de bailar recorriendo todo el salón de baile con quien le tocaba bailar, eran más de 10 vueltas por todo el salón al ritmo de cada tema musical y pobre de aquel que quisiera faltarle el respeto, llevaba consigo siempre una linterna el cual era su arma para su defensa y la luz que alumbraba el camino a casa.
Ya con su avanzada edad empezó a sentir molestias en la rodilla, pero para ella el tiempo pasaba por su cuerpo y su alma se mantenía joven, no era ningún obstáculo para seguir bailando. Hasta que los dolores eran más constantes y tuvo que alejarse de las fiestas más nunca renunció a su adolescencia y juventud que la perdió de muy joven, manteniéndose con alegría y buen humor hasta sus últimos días. Falleció un 13 de noviembre de 1988 a los 73 años de edad y descansa en paz en el Cementerio General de Pucallpa.
«Los que la recuerdan como amiga, tía, abuela, MADRE EJEMPLAR, muy trabajadora, incansable, humilde, colaboradora, sencilla, paciente, llena de vida, bella, única, alegre hasta sus últimos días. Así fue Doña Muti, una verdadera Reina”.